Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



imperfectos
31.3.08 @ 2:39 p. m.

el contorno de tu rostro jamás será descrito como armonioso. tus ojos tienen una caída extraña cuando tus párpados se cierran y al hablar tu boca se corresponde con tu mirada claroscura como un detalle expresionista, levemente brumoso que parece decir: bésame. hacia tus piernas la contemplación de tu ano desnudo paraliza el tedio, y preciso un néctar helado cual criatura golosa. líquido el gesto erótico, me avientas sobre una cama desolada en una habitación llena de objetos maravillosos. no sé por qué esa sensación a caverna me invade, a vuelo de mariposas que se mueren, a pink floyd llegando desde algún reducto. fanzinero con la k levantada en el texto lanzallamas, echado sobre el parquet, sin sueño mirando a tu reina desterrada, tu sombreada mujer que sonríe cuando le cantas entre riffs, como si ambos levitaran. cyborgs que huyen de la ciudad cercada.

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Rob Zombie y el Mal (a propósito de estilos artísticos) I
19.3.08 @ 10:39 p. m.

¿Estás entre quienes gustan de tendencias musicales disímiles o más bien diríamos, opuestas?, ¿te emocionas de diferentes maneras con un vals peruano y con un tema de Dresden Dolls?. Respecto al cine, ¿detestas la filmografía de Tarantino y veneras el cine de Kieslowski ?, y en esa tónica, las preguntas continuarían indagando hasta qué punto tus inclinaciones estéticas delinean determinado perfil. Imposible preguntar si te gusta Pimpinela y a la vez Sara Brightman?. Si te gusta SB, es imposible que te guste Pimpinela. Si no hay una deformación del gusto y nadie va a decir la manida expresión: en gustos y colores nada está dicho. Porque sí esta dicho mediante un proceso, vía días y noches de sesiones musicales, de búsquedas, confirmaciones, defenestraciones, hallazgos, descartes, habilidad conquistada para distinguir los mamarrachos de lo atesorable. Tan variado espectro existe para deleite del melómano.


Y ha sido el anterior párrafo, un preámbulo para hablar de Halloween(2007), film de Rob Zombie, porque estoy convencida que el factor musical sella todo desafío. Y por qué no en el género del horror cinematográfico al que de ninguna manera llamaré cine de serie B, porque ese cuento no me lo creo. Si tus intereses van más allá de ser un respetable crítico de cine, te vas a emocionar con las exploraciones de films diversos y si llegamos al campo del horror, el recorrido será amplio. Puedes ser un cinéfilo que disfruta películas bizarras, llegando a la exigencia sobre sus contenidos, porque nadie te va a hacer pasar un film rudimentario, espectacular en una nota obvia por una obra de arte. A menos que seas una criatura analfabeta y no llegaremos a esos extremos para diferenciar un film de estirpe de un bodrio.

Antes hay que referirse a un predecesor fundamental, John Carpenter, un Maestro, cineasta de culto con paradigmáticas realizaciones como La noche de Halloween (1978) en su filmografía, ha quedado en el imaginario del cinéfilo como quien le dio enigma, misterio, bruma al horror. El estilo de JC se decantaba por una elegancia de planos exquisitos. A su modo, esta exquisitez tenía eso que a muchos seduce: la sutileza y la ambiguedad. En su Noche de Halloween, el niño asesino que lleva una siniestra máscara deviene en la personificación del mal. Lo que seguramente vio ese otro monstruo llamado David Cronenberg, nutriéndose de aquel imaginario donde lo sobrenatural está relacionado con el Mal.
John Carpenter componía los soundtracks de sus películas. Magistralmente. Aquella música es como sus films y vicecersa. Soundtracks perfectamente coherentes como es lo que se pide para las películas. Nadie era convocado para componer esas bandas sonoras porque el propio JC las tenía en su cabeza como bombas de tiempo que al estallar expandían sonidos armoniosos comulgando con las escenas de sus films.


Posteriormente, luego de casi tres décadas, ya ha aparecido en la movida rockera de USA un muchacho que es un enamorado de los diseños, la música y el cine de horror. Ha visto la saga de La Noche de Halloween y naturalmente se da cuenta que el Maestro JC no ha sido emulado a profundidad. Ya ha realizado un film que prefigura su fuerza imaginativa, con la energía gore en dosis que en Halloween, serán distribuidas paso a paso. Rob Zombie quien fuera el gestor de White Zombie, banda que brindaba conciertos en un despliegue de performances potentes con parafernalia post-industrial, ha irrumpido en el cine recreando con Halloween, el terror que parte de motivaciones distintas a las de John Carpenter. Como JC, Rob Zombie compone los soundtracks de sus películas en íntegra correspondencia con su mirada frontal, el esplendor de bandas sonoras frescas y agresivas.

Así también busca que la percepción de los espectadores sea diferente a la que JC impulsó. Lo suyo no es un remake, tiene visos de remake, y rebasa lo que éste es. Allí está el sucio entorno de Michael Myers, el Dr. Loomis, la máscara, la hermana de Michael, y con ellos está la sensación de lo real. El Mal no esta atrapado sólo en el cuerpo de un niño como un fin en sí mismo: se respira al horror en su origen, allí en esa casa de suburbio en medio de unos personajes de viñetas filmadas, con sus gestos denigrantes de borracho abusivo, una hermana adolescente a la que ante todo le importa copular y que humilla a Michael, una madre que lo ama pero que en las noches no lo acompaña porque se desnuda en un centro nocturno. La bebé, su hermana menor no tiene voz, sólo necesidades e inocencia absoluta.


Las violentas muertes que perpetrará Michael a sus diez años, comienzan con la de un elemento extraño a su familia, uno de esos canallas, matón de escuela pública. Lo que viene después podría ser considerado como una violencia desmedida en un afán de espectacularidad sobredimensionada, combinado con escenas de sexo, pero es más de lo que en esos golpes de vista se especta y aquí es donde quien mira posee la capacidad en mayor o menor grado de contener el impacto gore atravesando sus fronteras para llegar a ese clímax que suscribe el final de la película. Porque Michael Myers, después de su serial killer, se difumina como un símbolo contemporáneo, y no hay comparación que lo resista ni ataque que no responda. ¿Quién dijo que el horror no tiene cara?. El horror que Rob Zombie nos da es singular, diferenciable, funda un arquetipo visceral en medio de la esquizofrenia social.

Ver y escuchar al niño Michael Myers, luego verle en total silencio en la figura de un enmascarado enorme, como ver a un Dr Loomis encarnado en un actor emblemático como Malcolm McDowell en ese drama de sangre y violencia condensa un epígono fílmico, con registros para el disco duro mental. Todo cohesionado y explotando en momentos claves como aquel en el que la vulnerabilidad se une a la irracionalidad. Una fotografía, un develamiento del rostro. Y después otra vez la caída. Michael Myers en su larga noche de Halloween.

Rob Zombie.


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splendid
10.3.08 @ 1:49 a. m.

veamos fauno qué injusto es usted con su cello a la espalda

comiendo helado de vainilla para derretirme sobre su pentagrama

su notebook llena de apuntes para su flaca con flequillo

su boca rosada exhalando notas musicales sobre mi cuello

colores pasteles en su haiku escondido

llena de verano está su cara pegándose a la mía con olor a limón y sándalo

jardines y mar en el asalto al cuerpo ruborizado acomete

y cuando la ciudad explota en crepúsculos me enamora hasta el canto,

el que no acaba con blasfemias ni ruegos a la hora punta de la cadencia

peregrinaje de dos cuerpos estrenando un single a susurros

vaya usted a saber cuán inmensa es la gloria de una tarde frente al mar y a lo lejos los rapaces y desamparados chicos corriendo en la ciudad abierta

alguna vez dorada y hermosa como las utopías



fauno en la aventura y en su fiesta desposado
retroflash para la sagrada alegría

y en el cielo los demonios aparecen sonrientes

mientras la ciudad y nosotros somos uno

con la ligereza de los sempiternos amantes de los cuentos

antes de los acaboses cuando voltee la esquina el criminal apurado

antes de los antes de su partitura rojinegra

como música bajo el agua la sensación rica y el lirismo desmielado

usted con su cello cual gato en la tarde bonitísima

me ama

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underwater
9.3.08 @ 11:49 a. m.

el músico se acomodó con las piernas hacia arriba en su sillón favorito y su bigote mojado de soda helada resplandeció. underwater, dijo, underwater repitió.



me cansa tu vernacular manera de invocar a los monstruos, pensé. giré sobre mis talones como bailarina que juega a la coreografía hadística, con magos, travestis, felones vouyeurs, niños disfrazados de bestias, calesitas rojas y trenes sónicos que desaparecen en una estación invadida por la niebla.
plaaaf, respiro un, dos, tres, pausa de la sonata, rápida desmesura.


luego paso las páginas en la pantalla, displicente recorrido y sigo bebiendo el jugo de naranja con la memoria en blanco, cual telón virgen para fundar algo leve, que me haga menos desafiante. hay retos que desconozco como ustedes que se miran cada mañana en el espejo y examinan sus pestañas, el espesor de sus cabellos, las suavidades de los rostros, el guiño a ese cuerpo parado a ras de su propia coquetería.

bah, sigo deshebrándome, y el cuerpo habla: mira cómo se enoja charly, el más loco de tus músicos guardados en cajas coleccionables. toc, toc, charly, estás revelando una verdad que estaba en una funda de disco, haendel y su música acuática para despedirse del mundo o para arraigarse en sus instersticios, olas en el aire, sobre el pan desmenuzado, en el ojo lacrimoso, en la punzada del orgasmo prolongado, ah el cuerpo que habla. ayúdame a recoger los restos del placer, secuencia por secuencia.

tú eres un monstruo y estás llegando a un lugar lleno de música, yo soy un monstruo y jamás reniego de mi condición sin sapientísimo argumento. somos la clase de monstruos que otros confunden, sobre los que delinean terrores que no perpetramos. por eso underwater mi tierno monstruo para nuestras canciones mientras la piel enrojece al abrazarnos, y los relojes se extinguen, las cornisas, las contraventanas, las estadísticas, las fisuras, los celos.

los significados idénticos o con variaciones como en una composición indefinida: podrías decir en alemán bajo el agua o en un dialecto, o en clave, y sobre tu cabeza caerían estrellas de papel, como ahora que el espanto está ausente y el cuerpo dice underwater y te besa.

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