Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



Limpieza
30.11.08 @ 4:38 p. m.

Justificar a ambos ladosEl movimiento cotidiano. Leer en la noche espaciadamente. Blipear. Tomar té. Levantarse luego de haber dormido 4 horas. Reiniciar el ciclo diario. Limpiar. Debajo de la cama, las bolitas de polvo, encontrar arañas, recordar libélulas, el murmullo de sus vuelos. Un pequeño terror cuando se agolpaba una contra la pared. Las ventanas abiertas. Una típica mañana soleada y es domingo. Usar detergente profusamente, enjuagar la ropa lavada. Limpiar mayólicas. El baño quedará aromatizado. Los jabones huelen a heno. Verde verde y el sonido del agua en la ducha. Hay polvo por todas partes y las ranuras del placard deben ser limpiadas con una pequeña espátula.

La iluminada habitación tiene esa cualidad: sólo enciendo la luz hacia el anochecer. No tengo compañía en esta mañana y escucho la voz del niño que ha aprendido a hablar y que corre por los pasillos. No me inquieta ni molesta.
La otra noche tuve un sueño angustioso. Veía a mi tía y su cara parecía tener un velo como los que usan las mujeres musulmanas. Me hablaba ininteligiblemente pero yo captaba el significado de sus palabras y sentía que todo era real. Me movía. En el sueño estaba paralizada pero mi cuerpo se movía. Ustedes saben cómo son esos sueños en los que uno se siente atrapado y confuso y siente al cuerpo abrumado. El llanto del bebé que vive en el departamento contiguo me despertó. Quise levantarme e ir al depa a tocar la puerta y preguntar si podía ayudar en algo. El bebé seguía llorando. Con él viven dos chicas solitarias. La madre se veía voluminosa cuando se instaló con sus muebles y sus maletas, con pinta de gitana desterrada. Ahora va recuperando su cuerpo y al verla, inevitablemente la asocio a mi primer año de madre. La otra chica me recuerda a Midori*, pero sin ojos rasgados. Una vez vino a pedirme azúcar cuando masterkid estaba aquí. Le hubieras dado todo el frasco, el azúcar es dañina, dijo él. Ya no me sorprende que masterkid me dé esas recomendaciones. Es un niño empecinado en comer sanamente. El ansia de un niño por alejarse de ciertos alimentos, cosas, gente. Puede ser bizarro, pero no, masterkid no habla demasiado, solamente mira intensamente y actúa. Y esa tarde, sonreía escuchando mi réplica. La chica se había ido y nos reímos mucho, porque hace unos minutos una mujer que recién se había mudado vino a pedirme dos soles para dar de comer a su niño. Y eran las 4 de la tarde. Se había quedado sin efectivo y más tarde me lo devolvería. De pronto me veían como alguien a quien acudir, en un misma tarde. Una tras otra. Así te sientes rara, pero te alegras y reír con masterkid por las coincidencias fue al fin como un corolario del día.
Pinta niño la escena, eh.


Una se siente afortunada cuando sabe que cuenta con tarjeta de crédito cuando ve estos casos. En ese momento, recordé los primeros años de masterkid. El quinto lugar donde vivimos, que era una azotea en San Miguel. El mar cerca y a dos cuadras el Parque de la Media Luna. Limpiar en ese departamento nuevo, construído especialmente para alquilar, era un proceso detallista. En las azoteas, el polvo suele entrar en corrientes de aire caliente en verano y ustedes saben, eso es torturante. Pero luego las tardes son bellas en las azoteas y sentarse en las bancas para mirar como anochece es una manera de limpiarse por dentro. Extraño aquella azotea. Uno mira el pasado por el lado hermoso para no recordar que andabas a veces en dilemas por la comida del día. Trabajar cuando aún el niño no camina se hace muy difícil. A nuestras vidas aún no había llegado la computer. La otra noche. Una de las más emocionantes, con Luc y Jstar, estuvimos recordando amigos. Ana y sus marionetas. Ana pasando un año nuevo con nosotros. Adrián, su pequeño niño durmiendo y mi hijo en el camarote también. Dos pequeños ángeles o dos pequeños diablillos si los dejabas juntos más de 5 minutos.
Jstar estaba en el viejo Continente y Luc ya vivía en la ciudad de las Torres Gemelas antes de aquel 11 de Setiembre. Nuestro caminos se dispersaban. Lima seguía siendo épica pero ya no estábamos juntos. El éxodo de la gente a principios del 2000 no era tan fuerte como en los años de atentados en Lima y el país, pero la gente seguía marchándose.
Nosotros nos quedamos.
Lima en los inviernos puede ser devastadora climáticamente. Pero Lima copada por el terror se había convertido en una ciudad siniestra para muchos. Ningún invierno desolado a pesar de todo. Uno se va limpiando lentamente entre marejadas Pero debes ser constante, porque sino retrocedes y te ensucias, te llenas de dolor, te alejas de la fiestas, de las noches tranquilas, de los libros, del cine. La ciudad puede ser una madre cruel.
Lima, cada vez crece hacia adentro como una ciudad que descubres si la quieres. Su complejidad llega a ser absorbente. Cada uno experimenta a su ciudad de manera distinta, lo sé. La idiosincracia reúne sentimientos que vienen desde antes que hayamos nacido, como especies de genes históricos.
El último de una estirpe soberana: pienso en Taulichusco. Cada vez que voy a ver libros en el centro de Lima, paso por la piedra monumento que está en un pasaje, cerca de la Plaza Mayor.
Contemplar la piedra: verla como una erosión de los siglos. Poderosa sensación.



*


Un hombre mira una máquina.

La máquina mirando al hombre.

Si la máquina mira al hombre, si lo mira realmente, ¿significaría que el ser humano ya no es el único ser vivo que tiene el poder de mirar y por ende, de imaginar? ¿la máquina imaginará a una velocidad que el ser humano no tiene? ¿qué pasará? ¿de qué limpieza podría hablar una máquina si aborda la subjetividad?.

Respuestas pragmáticas. La claridad, el raciocinio, los discursos, las soluciones. Conocimiento acumulado y fagocitado. Lobotomización. Dogmas.

U otros caminos. Que hace rato existen. ¿Limpieza?.
Máquinas, seres deseantes.



* Midori, personaje de Tokio Blues, Novela de Haruki Murakami.
Foto, vía Google.

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