Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



Lou Reed en la mochila
20.8.10 @ 10:27 p. m.





Breve odisea con Lou Reed entre objetos y seriales noir. Panel móvil en la mochila.
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Esos lentes oscuros se ven arrebatadores. Más aún el gesto.
Identidad.

[Me estoy apasionando por los gifs]

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Los outsiders también existen en las redes sociales
@ 5:46 a. m.

Viré esa idea del outsider en la noche. Los outsiders que se diferencian de los trolls no son populares. Tal vez sean queridos por algunos [que se cuentan con los dedos de una mano o que no alcanzan a los de una mano] y no están en ningún grupo, no son faveados masivamente, son como sombras, rayos, filos, pívotes. No se inclinan ante nadie, pero tampoco se autoproclaman los poseedores de verdad alguna. Irrumpen en las redes espontáneamente y sin apoyo alguno. Probablemente van formando redes invisibles de un hermoso e inquietante rail.

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Imaginismo mortal , a propósito de "Inception" [2]
@ 3:25 a. m.


¿Por qué afirmar que Inception es más que una buena película?. Un film que te interpele de modos que no admiten autocomplacencias, es una joya. El kit visual de las correrías, acción a tope y romanticismo, está dosificado. Cristopher Nolan maneja un rail marcado por lo ético-estético con rítmicas ascendentes. Y esa constante complejidad que nutre a la película, de temas como los ya señalados por otros, como Luis Diego Fernández [la identidad], están allí como pivotes que te llevan a plantearte dilemas: ¿toda tu vida es como un sueño que te forjas día a día?. ¿Cómo te ves en tu vida?, ¿qué te importa realmente?.
El proceso de Nolan como realizador cinematográfico se decanta cada vez más. Ha absorbido el poder de las viñetas de los mejores comics, el misterio, la ciencia, el fenómeno geek, el swing del romanticismo y su drama.

Es cierto que hay películas que si se ven dos veces, pierden su efecto potente, pero si buscas detalles, vuelves a verlas como un fan meticuloso, un enamorado del cine, un atesorador. Veré nuevamente Inception.

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Faye Duwanay y Monomatopéyica
18.8.10 @ 4:17 a. m.

Los personajes se encuentran en un pin up fantasmático. Una muchacha que usa un avatar con el rostro de Kate Bates en la película Misery. La psicópata con gestos tiernos y perversos. Y Faye Duwanay en un episodio de CSI en canal AXN: la madrugada es una colosal propiciadora del rail. @monomatopeyica dice: De noche todos los patos son gatos. Y yo pienso: De noche todos los insomnes son gatos. Y qué importa, la forma o los modos en que se deslizan los absurdos, como pequeños animales en el cuerpo. Faye Duwanay vira al absurdo: muere en el episodio. Su sonrisa desaparece como la madrugada, como las redes sociales que se vuelven aire, átomos dispersos, secuencias de sueños. Monomatopéyica es real y no la conozco. FD se ve ahora como una  actriz vintage. Todo es tan real como un cinema que acontece cada vez que lees y escribes, caminas y miras. O como las pausas espectaculares de la noche en la que Tom Waits ruge.

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Tromba de los días y redes sociales
17.8.10 @ 5:24 a. m.

[Anotaciones que probablemente te parecerán crípticas aunque te den un contexto conocido ¿o nou? ]
La praxis del outsider puede ser usada en las redes sociales, pero cuando es acometida, deja de ser el acto de un outsider. Un outsider no es un troll. Y además hay una afección latente por los desvaríos, las cosas alucinantes, las afinidades invisibles, lo virado, en flujos, como rítmicas, juegos, odiseas, rutas fragmentadas.
En twitter, por ejemplo, algunas cuestiones se definen después de un recorrido. Lecturas, subjetividades, hechos transparentes. Y allí estás, sigues escribiendo y ejercitándote en la levedad de los tuits. En desprendimientos y cercanías. Otros modos de mirar, como el caos que se parece a la caída de un carrusel o como secuencias cómicas, lo gracioso que subyace en ese ir y venir, sin artificios solemnes. El dadaísmo se cae, viene su secuela. Una palestra que se reinventa en cadenas. Happiness fugaz.

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Un reloaded de sueños [1]
16.8.10 @ 5:57 a. m.

Inception es la carta visual que necesitábamos. Pura paradoja e interpelación. 
El cine es el reducto de los reductos. Es una de las fallidas dudas que no me ha asaltado.

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Antes de los 14
14.8.10 @ 8:16 p. m.

Era la ciudad una condición abstracta antes de descubrirla. Te conviertes en un especimen adoctrinado superficialmente con una fe inexistente, unos jeans guerreros, un juego de zapatillas y una mochila de cuero gastado. La vida pre-juvenil es terrorífica y dulce.

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Ese sabor que no vuelve
13.8.10 @ 5:22 a. m.

Hoy comí un sandwich de chorizo, luego de años. Fue desolador durante unos minutos. El chorizo me recordó a una mujer que me presentaba como "mi hija" ante sus amigos y familiares. Yo era una adolescente muy tímida que enrojecía cada vez que ella alababa mi condición de catequista. Eran días de inocencia, estupidez y de las primeros reconocimientos solares de la ciudad.

Ella tenía más de cincuenta años, ojos verdes y era ligeramente robusta. Al verla cualquiera imaginaba la gran belleza que fue. Desapareció de mi vida cuando tuvo un ataque psicótico, tenía un esposo, dos hijos: uno de 10 años y otro de 26. El sandwich de chorizo me recuerda a una tarde en un parque de diversiones y a ese  regocijo al caminar juntos, ella, su esposo, el pequeño G  y yo. Siempre me pareció que aquel sandwich era el más rico del mundo, su evocación contenía momentos y sensaciones, pero cuando  no la vi más, no comí en años aquel sandwich. Lo atribuía a mi rechazo por la grasa y a mi rotunda preferencia por las ensaladas. Y cuando lo saboreé nuevamente, estaba distraída, en medio de conversaciones. No recordé a W. No recordé sus ojazos furibundos mirándome desde algún punto extraño de su consciencia. Hoy sí, fui capaz de detenerme en los detalles y me di cuenta que ese verano feliz se perdió como otros pierden sus primeras revelaciones. Ella y su demencia se llevaron ese sabor y la sonrisa de su cara conmovida cuando atravesábamos el polvo de los cerros altos en la ciudad y las últimas estaciones de mis trece años.

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No me digas que adoras a tu familia o sí dímelo
8.8.10 @ 3:42 a. m.

Vi un episodio del Doctor House por segunda vez y lo punteé con los que observo diariamente sin proponérmelo en una casa. Lo digo porque no quiero sentirme como alguien que espía a un colectivo de personas que ríen, discuten apenas,   cruzan y unen sus vidas cada día. Quienes se iluminan al encontrarse en familia. Un over party espontáneo.
En el episodio, el caso va centrado en un muchacho gitano. ¿Recuerdan?, el que al final se despide de uno de los médicos del equipo de House, y sale del Hospital con una hilera de familiares. Es feliz con ellos y por ellos se ceñirá a las tradiciones gitanas. No estudiará una carrera universitaria aunque le apasione las ciencias. Ni siquiera lo siente como un sacrificio. Es un hecho natural, una lealtad incuestionable.
La familia que veo frecuentemente que no es la mía [yo tengo una familia sanguínea pequeñísima] se reúne en las comidas, los fines de semana se reencuentran con otros familiares, tienen un drama sobrellevado cotidianamente: la abuela padece de Alheizmer. A ella no la conozco, porque está en una habitación, acompañada y cuidada por su hijo. Y hay otros detalles nada escabrosos, pero sí alucinantes que hasta hoy me demuestran el fervor de esa familia. La hija es una profesional, que cada día labora y regresa a su hogar tocando todo lo que está cerca con su voz cantarina. Hace tiempo que no veía a alguien tan afectuoso. 

Los novios llegan a estas familias como desenlaces de un vívido enamoramiento, pero son las familias las que enamoran a sus hijos. Pienso que me sorprendo porque no he conocido familias ensimismadas en sus rutinas, sus asombros son espaciados y no importan mucho. Lo que importa es esa férrea unidad familiar que se ha consolidado en sus vidas, en la casa compartida, en los sucesos que los han marcado y formado. Pienso que 
posiblemente no hay muchas familias como la que siento cerca aunque no es mi familia. Mi condición de inquilina me aproxima a ellos por el espacio. No quiero imaginarme algún desencuentro, enterararme de algo que cambiaría la visión que tengo de esta familia. Quizás intento aferrarme a la imagen de una familia que no es precisamente burguesa, sino un arquetipo de lo que va desapareciendo: esos colectivos de calidez , donde existe el futuro como algo inmediato, y luego me interpelo. Porque sé que personas como ellos están detenidos en creencias inamovibles. Eso me aleja de sus armónicas líneas de vida, y al mismo tiempo la paradoja se revela: simplemente les miro con simpatía.
Sensaciones.

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Humus
1.8.10 @ 2:32 a. m.

Las cenas al paso, que tan solo al verlas te mareas. Sabor a carbón. Medianoche y lluvia, las calles del lugar en el que vivo se ven por ratos, tumultuosas. Hay una atracción por ocupar los espacios, comprar drogas, citarse en hoteles. Camino y miro, me acomodo la casaca y me acompaño de la franja subterránea que he forjado escribiendo. El sábado es un buen día para dedicarlo a la soledad. Bromear a solas con la ciudad, y después de comer, decirse: fue cantidad y escasa calidad. En la memoria fotográfica las sensaciones son ricas, como extrañar esos anticuchos con ensalada, que al terminar, te provocaban una repetición. 

Antes no tenía al mar cerca y ahora esa es la maravillosa diferencia. El humus de la ciudad es su niebla y el mar, una combinación húmeda que te empuja a la música. Los héroes de tu vida hacen canciones.
Y luego la muerte de los ángeles. Sobrevivirán esos arcángeles arcabuceros para los instantes de ebriedad. También la serenidad y las ganas de escribir mucho más. Todo eso es humus que se convierte en algo sólido, como extensiones de un karma que flota. Y basta, por ahora la madrugada tiene cara de muchacho fever. Un monstruo que te acompaña hasta que te duermes, o que incluso invade tus sueños con planos de Woody Allen en Stardust memories. Subes al tren y tocas la ventanilla. Al frente hay otro tren, y desde allí Ethan Hawke te sonríe y Uma Thurman le toca la barbilla. La archi-pensada lluvia aparece. Imágenes borrosas que son nada más que humus, un pequeño cinema.

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