Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



Grizzly [II]
25.2.10 @ 7:46 a. m.

Releo Temor y Temblor, de Sören Kierkegaard. Elso en twitter contó que este título la asombraba como nunca antes la había sacudido otro en sus estudios de philosofer. Y me di cuenta que el zumo que bebí hace cuatro años, después de leer aquel libro, era un residuo de palabras leídas con cierta prisa, entre buses, corriendo a lugares en los extremos de la ciudad. 
Un libro como Temor y Temblor debe ser leído en absoluto mute. Es lo preferible para aprehender su cadencia mística.
 SK resuena por instantes, lejano de otras lecturas apasionantes como los textos de Virginie Despentes. De su violento y hermosísimo  conjuro. Muchos se reirían leyendo estas relaciones, como si profanara la grandeza de SK. Pero no creo que acometa ese impropio acto si no que leer sobre la fe como movimiento infinito me concede otras maneras de mirar. Miradas inesperadas.
Ingmar Bergman probablemente leyó a SK. Si recuerdas Grizzly, El Séptimo sello, y lees Temor y Temblor, encontrarías las asociaciones que me proyecta ese clamor por odiseas espirituales que SK desarrolla con una lírica muy suya. 


Me detengo aquí para inclinarme en la luz del nuevo día. No he sido delicada en mi desconcierto, Grizzly. El libro que releo me guía a esos ejes de los días que se suceden unos tras otros con sus sorpresas. Otra vez aparecen las fisuras. Y me veo desde lejos. No hay mate en casa otra vez, así como faltan otros complementos para afinarse en los gestos. Por eso, te hablo y te saludo, aquí.  Si vienes sabrás que te nombro. Un libro me habla de esa épica inaudita para estos tiempos. Me habla de ti en un párrafo, de las posibilidades y las paradojas. Así que yo le dedicaría una epifanía a esta lectura, por recordarme cuán preciosa es cierta fineza. Tan inusual en la marea de nuestras existencias. Una especie de dandismo sui géneris, Grizzly.

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Curvaturas
23.2.10 @ 8:43 a. m.

Para Grizzly

No sé cómo colocar la curvatura de tu faz en este momento

cuando las palabras se confunden entre esferas, inhalaciones extrañas, viajes.

Escribo sin dirección astral, sin un grito, en señales desconocidas

con la luz del día cayendo sobre los avatares de cientos de timelines:

orfebrería oculta.

Necesito más tiempo, estoy cansada, tengo profundas ojeras y no hay mate en casa

hay cosas raras, canicas desordenadas, un mar de papel, una computer que parece quemarse

y márgenes de fisuras en cada espacio

entre tuit y tuit, más allá de las arrobas y la melancolía,

con sombreado en el paréntesis, de muñecas frágiles que cantan en estos días,

de muchas cosas innombrables, de todo, Grizzly.

De una sinfonía de cuervos, también.

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Oh losties!
14.2.10 @ 8:02 p. m.

Acá estaría un gif de LOST y el proceso html se me complicó. Bólidos somos, sabemos. A Pingosia Wólfez le decía: Danke. Y ahora pienso en lo que somos un día cualquiera, festivo, megapopular. Somos losties, querido cuervo. Somos cuervos.

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14 de febrero y las redes sociales [twitter...] Una nota
@ 11:27 a. m.

En estos días de sol cruel y de tardes espléndidas, medito en los entretiempos, cuando no tengo la mente ocupada con sinopsis y diálogos cotidianos. El bus y las caminatas nocturnas, que llegan después de las agotadoras, son espacios liberadores hastas cierto punto. No falta el cojudo tipo que se cruza en el camino con su sonrisa estúpida y su piropo de faceta urbana, de estereotipo, de todo eso que aprenden los machitos. Nunca son tiernos.

Y ya me estoy desviando de lo que me llevó a tocar el teclado, mientras al lado, hay ruidos de videos juegos. Gokú podría ser un punto de partida para hablar de un 14 de febrero febril, allá por el 99, cuando pasaba por el parque Kennedy y alguien me esperaba. Amor cuervo.

Ahora todos quieren exponerse románticamente. Y a veces resulta como una estampida de toros, como un pase de adolescentes contando al detalle cuánto amor se tienen, el acto simple, la declaración emocionada. La felicidad en 140 caracteres o el crack del amorous, la decadencia. Las ganas de rasguñarse la boca, el sexo, todo.

Todo cabe en twitter. O tú habla del amor de peregrinos, de flaneurs que poco a poco desaparecen. El amor es algo que a todos les atrae. Pero a veces pienso que es como un papageno cansado que abruma con su canción insistente. A veces es tan deseable el mute. El virado amor, el de las cosas algo complejas, algo sencillas y evanecescentes. No sé, podría ser ya no ese amor totalizador tan conmovedor, sino algo que no es precisamente amor, algo que va naciendo, se gesta como un factor [sí, Adriano] de nuevas sensaciones. Como voltear por una de las calles más extrañas de la ciudad y de pronto saber que el amor no tiene cara, clase ni una belleza determinada. Y que no es un misterio.

Allá viene, allá está.

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Kikí, la monstruosa
7.2.10 @ 5:25 p. m.

Tiene las piernas largas y nerviosas

una mente opaca y demasiado luminosa en días difusos, de cosas embarradas por espejismos

de almas gemelas que prefiguran encuentros de cuervos

Kikí y su desangelado noise

Kikí y las matemáticas en un cuadrante de poemas

Kikí y el sexo fragante

se va a los laberintos con calma

Monstruoso animal sexy de las noches

se va sin flores, cazpirina de las flamas [besos gélidos]

con enorme calma y llueven espinas en su voz terciopelo & ácida viñeta

un peligro es Kikí y nubosidad de la ciudad salvaje

del corazón abierto en cruces de máquinas, de campos magnéticos y pietas

monstruosamente!

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5
@ 4:02 p. m.

Film X. 5.- Diagrama sobre cuervos.

Diagramas
@ 1:27 a. m.

1.- De resúmenes sobre sombras y lagos.

2.- De un amor de verano.

3.- De adioses perfectos.

4.- De algunas canciones de Nick Drake, Tom Waits y The Pixies.

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Lina habla de pastas
6.2.10 @ 1:39 a. m.

Ves a Lina de espaldas?. Sí. Se va a comer duraznos, después de saborear una pasta. Ahora no quiere helados. Se sienta allí donde puede ver los campos de golf mojados por el ligero rocío que en estos días de verano cae en las mañanas. Te imaginas cómo se abrillanta el pasto y todo se ve tal como un poema de Yeats. Lina camina con su vestido rojo y sus ballerinas. Tiene el pelo castaño oscuro, lee textos de diseños espaciales. Recordarla se parece a ver una secuencia de Miranda July riendo mientras un surtidor de agua moja a uno de sus actores en una filmación. Te contaba que Lina habla de pastas, de exactas dosis de ingredientes, y Kikí se ríe porque dice que es un milagro ver que Lina no engorda comiendo pastas en la semana. Son las piscinas blancas, pienso. Nadar es como alterar el tiempo y dárselo al cuerpo, de tal manera que te conviertes en pura fibra y te ves radiante cuando la espuma se eleva con cada braceo. Un sonido que parte el instante en el que la concetración es intensa y el agotamiento físico no importa. Kikí no sabe nadar y va a aprender, dice, porque quiere comer pastas y no engordar. Monstruosa Kikí en altamar. Ya te veo.

Encapsulada en una gigante pompa de jabón, me siento por un momento. Le contaría a Lina que ayer vi a una asesina a la que se llevaban, capturada en una tienda de adornos japoneses. Le había cortado la yugular a su novio. Lo mató mientras comía pasta. Aún se olía a ron y algo pútrido, en el lugar del crimen, contaron en el noticiero. Y los detalles sórdidos. Ella, la asesina no tenía ni la milésima del brillo de May. Los criminales suelen ser demasiado toscos. Lo infrecuente es ver a alguien como a May en ese film donde ella es bella e inocente. Y aunque me haya turbado esa cara sombría, me olvido de sus ojos velados. Pienso en Lina y las pastas. Kikí insulta al barman que llega impecable a ofrecer vino a nuestra mesa. Otra cosa típica y tonta. Un coqueteo vapuleado. Nos vamos.

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De silos habló la stalker
5.2.10 @ 5:30 a. m.

De la ciudad trastornada que se reconfigura juntando fisuras. Tú conoces.

5.31 a.m.
Juvenilia sombra me voy contigo.

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Fever!
3.2.10 @ 11:33 p. m.

Hablan de Panchita y los banquetes [cotidianos de las conversaciones en esta casa, en la que estoy de paso] Y pienso en esta fiebre del loop twitter, que me permite escribir entretiempos cuando no puedo estructurar el post. Es como si hubiera nacido una nueva modalidad que ha mutado al haiku en un espacio de 140 caracteres.

Todo se afila.

E incluso puedo escribir como lo hacen los periodistas: en medio de los ruidos, entre diálogos y el sonido de la televisión. Los enemigos íntimos en un canal local, los comerciales, el run-run del día que se acaba. Y salen las palabras como huellas de identidad. Un espectro juguetón al filo de un eco. Rafadro, Wólfez...muchos están en el timeline. Me voy.

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Fiebre
@ 10:01 p. m.

Se acomodó los tenis rojos, se alisó el cabello despeinado y miró la calle blanca. Sus largas piernas se extendieron en la banca, y en cinco segundos volvió a su posición loto. Pensó en marmotas, en travesías de bosques, en animales pequeños, en punks con crestas doradas, en sexo caliente esparcido en los pasillos de la facultad de filosofía. Se replegó sobre su vientre: la fiebre le daba cierta luz de puterío. Una virgencita puta, dijo y se enderezó. Acarició la navaja filosa y se fue a matar al profesor de Profilaxis literaria. Sin remordimientos.

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Des-fascinación
@ 8:05 a. m.

No tuve tiempo para escribir lo que me interesaba. Son las 7.47 a.m. y en el escritorio están clasificados los trabajos de estudiantes que se enredan con la ortografía. A veces yo también me pierdo con la c y la z, algunas comas y los puntos y comas. Me siento como si fuera un personaje de un film experimental, de documental desordenado, de postal pintada con témpera a la que le cae agua, y se desdibuja.

El instante bello del día fue sentir que le caía una babita de bebé, a mis jeans. La mamá del pequeño pasó y se apoyó en la baranda de mi asiento. Yo dormitaba. Tenía los pies cansados y muchas ganas de tomar agua en generosas cantidades. The Strokes cantaba en mis oídos. El bebé lanzó un diminuto suspiro. ¡Bajan, bajan! gritó la muchacha abrazando a su bebito. Mi REM se acabó. Recordé a Holden, el guardián del centeno mientras tocaba la babita y la expandía con lentitud, como si trazara algún círculo. El cansancio se me iba, extrañamente. O no, era la siesta busera, con su regalo del azar. Babita.

Parques a la vista y alta tensión eléctrica. El post-momento hipnótico. Bus bus.


Necesito a Lucky McKee, pensé. Me agité un poquito. Me desmelené o eso creí, saliendo entre los cuerpos exhaustos de hombres y mujeres en ese autobús amarillo, para llegar a mi calle, con el golpe del verano, el noticiero en el market, la sensación de ser un poco esa pelusa que desaparece. Escuchando cómo en Cusco, la gente ha perdido sus objetos y todo eso que le da a los hogares, un sello, una marca personal, de alguna forma, sin o con elegancia. Las cosas propias.
Las inundaciones y lo que pareciera ser una venganza porque sí. Feroz. Ustedes saben quiénes reciben la embestida. Techos de paja.

The Strokes volvió a sonar en los audífonos. Giré la llave. Entré a mi casa-habitación y conecté el timeline twitter. Otra noche más.

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¡Fiebre!
1.2.10 @ 3:31 p. m.

En la madrugada escribí en la vagoneta espacial sobre Salinger. No había tomado conciencia de esa cosa extraña que te posee cuando extrañas a alguien a quien nunca conociste de cerca. Entre sorbos de té y cereales, tuiteé como esas veces en las que sólo te sigue alguien que te quiere de alguna pequeña manera. Un poco. Y ya sabemos que eso de quererse en twitter es una sensación sui géneris. Y cuando escribes no estás planeando que te sigan como fanáticos. Al menos, eso creo si es que lo que buscas es escribir porque no hay otra salida. Y lo único que te importa es escribir aunque se va a perder mucho de lo que dices. Tal vez hay un poco de ridícula angustia cuando lo piensas. Se perderá lo que dices o no faltan los que se atribuyen lo que escribiste. Como esa vez que Adriano me pasó en el timeline, un tw sobre Deleuze, literalmente copiado.

Los favotter en inglés, los textos caletas, lo que dicen otros en cualquier momento. Lo que me parece hermoso es cómo la posibilidad de recrear los eternos temas existe sin que tengas que copiar hábilmente lo que otros dicen. Ello se relaciona con una frescura estimulada, en días y noches de lecturas, de meditaciones, de jodidas sensaciones, todo lo que se acumula y de lo cual salen zumos y se escribe. No se trata de ser un fundamentalista de la palabra. Siempre usaremos palabras que nos interesa, siempre acudiremos a ideas flotantes, a objetos y personas.

Me atrae la gente que traza sus propias rutas.

Y es que eso Salinger lo demuestra. Por ejemplo Stephanie Meyer me recordó a Salinger desde que leí su primer libro de la saga de los vampiros adolescentes. Una sencillez arrolladora. El último libro Amanecer se convierte en un epígono que te arranca una exclamación. Una comprende que Meyer ya no es una escritora más.

Sólo que Salinger es incomparable. Salinger tomó a las vivencias juveniles como nadie lo había hecho, excepto el esplendoroso Joyce.
Este post es una primera parte de lo que quisiera decir. Como una introducción. Un breve apunte post-madrugador. De fiebre.

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