No sé por qué no escribo aún ese par de posts estructurados básicamente. Eludo el asalto de las ideas que en algún momento pensé serían estimulantes. Tal vez me siento una stalker indeseable, algo cómica en su poderío de peregrina. Gotas de patetismo. La cosa volátil. Mates en los intermedios. Las pausas del día en el baño palpando la textura del jabón cítrico, estirando el papel higiénico perfumado, escuchando el sonido que sale del inodoro cuando se va la mierda y vibra una lucecilla en la mente. Algo.
O caminar con la humedad de la ciudad en los poros, pensando por ejemplo en Rohmer y en la muchacha del rayo verde, o en aquellas ecuaciones que masterkid resolvía en sus entretiempos. Mario Bross salta, Haití tiembla, en twitter hay quienes tienen fans enamoradísimos. Y los stalkers están de moda.