Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



post-post [ escribiendo en días de playlists]
30.8.08 @ 2:21 p. m.

para juana, con quien escuché las primeras canciones esplendorosas en medio del caos


releí el breve post que ayer publiqué en la tarde. y me dije: oye tú, dedicarse a escuchar música es para los afortunados, o digamos, para los que tienen mucho tiempo, aunque puedes usar el mp3, el ipod y andar con tus audífonos por las calles, o en auto si tienes, con la diskettera siempre lista para escuchar lo que descubriste, lo que te recomendaron, etc. pero yo escribí como si todos estuviéramos llamados a ser melómanos. y como si nos quedara tirarnos de los cabellos si no escuchamos constantemente música.


hay días en que por ejemplo, apago la radio y la tele. eso es inusual, sí, pero sucede, sólo que la música está dentro del cuerpo como un órgano invisible, lo que hace que lo que decía gilles deleuze sea tan natural: un cuerpo sin órganos. la música está en tu cabeza o en tu pie, en tu sexo, en tu mano. así que supuestamente estás en silencio, pero tienes música dentro y los sonidos de la calle entran por tu ventana, el noise de los martilleos que retumba en el quinto piso, el ritmo de tu propio tipeo al escribir este post.

a veces las músicas se cruzan y asimilas que este corto circuito musical te indica algo, una señal, una pregunta, un problema, y en esa distorsión te repliegas como si estuvieras en un túnel. a mí me ha pasado en una especie de desasosiego tipo pulpo, con tentáculos por aquí y por allá y la cuestión va por desarrollar varias ocupaciones para no concentrarse demasiado en cómo esos jodidos tentáculos te quieren apretar tanto que te pueden dejar desfalleciente, al borde de una muerte de la que es muy difícil, resucitar.

no dirán que doy recetas en la nota coelhiana, por los que les contaré que hasta el momento el efecto de la música de un libro ha barrido con la angustia/monstruo. y ese tipo de libros, simplemente es excelso. no puede ser un libro bueno, sino tiene que ser supramusical. la música que sale de una novela, un libro de poemas, un libro de cuentos te arranca de aquella nada que te paraliza. o puede ser la música de una película, que sale de toda su trama, no su soundtrack que sí, también forma parte del film, sino lo esencial de la movie. en el caso de un film, ¿les ha ocurrido que a veces no recuerdan más que algo preciso, algo que identifica al film y lo define?. con un libro, te la pasaste varios días a menos que lo hayas leído en un día, y eso no te arrebata la sensación de haber convivido con gente, de ver lugares, de recorrerlos y de ponerte posiblemente de parte de un personaje, especialmente de uno a menos que seas un severo crítico literario que quiere tomar distancia a como dé lugar de lo que lee, pero si el libro es excelso lo envolverá sí o sí.

el primer libro que me envolvió de una manera terrible fue cantos de maldoror. lo recuerdo. sino fuera porque su música forma parte de mí, yo sería otra.

en estos días, fantasmas colman mis sueños. y ni cuando despierto me sorprende no tener miedo. intuyo que se irán sin música, como cuando el año pasado el terremoto terminó. a y yo corríamos y lo que sentí y no registré hasta ahora, es que por un momento no había ninguna música, ni la del horror, del miedo, ninguna.
¿habrá sido la nada que no tiene música? ¿acaso el verdadero infierno es la nada?
tan sólo se me ocurre pensar que si después de muerta, tengo un alma que vaga, querría que contuviera todas las músicas que fui. así no me perdería en la cruenta soledad.

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Cuando todo explota en ti [ escenas de films y libros ]
20.7.08 @ 11:58 p. m.

Creo que para conjurar lo terrible tienes que ser más gore, más rebelde y ser tierna como Sor Juana Inés de La Cruz. O como la chica del mito rosado y negro: el chip imaginario de Sarita Colonia.

Porque sino te puedes morir antes de que sea tu hora. Yo creo que me estoy muriendo poco a poco pero no me dejo y vuelvo a escribir.
Hoy me enfurecí y ahora me río recordándome como si fuera otra. Si alguna vez conozco a alguien que no conoce la furia le preguntaré qué se siente en vez de eso, cómo se indigna uno si desconoce la ira.
Entre la furia y ciertas obsesiones, éstas son las que priman y configuran una estelar calma. Paradojas, sí.

Esta mañana me levanté pensando en esa escena que me destrozó y me sigue destrozando cuando la evoco, porque sé que sucedió aunque en el film sea un pedazo de ficción. Sophie, la judía en la noche ante sus hijos, conminada por el soldado nazi a elegir entre sus dos hijos para salvar a uno. Su pequeña hija sube a rastras al tren, después que Sophie contesta que se quede el niño. La pequeña grita, llora, llama a su madre. A Sophie que la contempla desde el andén con unas lágrimas que jamás se irían de su cuerpo. Y yo la miraba, considerando que era la escena más triste y feroz que había visto hasta ese momento.

Al terminar La decisión de Sophie salí del Cine Club a caminar por la ciudad sitiada. Eran los 90's. Y aún no había leído Cantos de Maldoror, del Conde de Lautreámont [o Isadore Ducasse]. Cuando eso sucedió, no salí de casa dos días y al tercero di mi examen de matemáticas, perdida. Pero ya era otra y eso no importó.
Maldoror revolviendo las entrañas de su víctima. Maldoror y su mirada de abismo. Si lees Cantos de Maldoror, te adentras al inframundo espiritual y sucumbes o cambias.

Pero eso no fue todo, ni ver en aquellos tiempos, sangre en cuerpos tirados en las calles. G, una muy querida amiga me contó cómo la habían violado y vi su alegría rota. Ella debía ir a un juicio y encontrarse cara a cara con su victimario. Ella que era tan fuerte, no quería verlo pero dijo que lo enfrentaría.
¿Has visto cómo se desvanece el cielo en las noches de verano cuando va a amanecer? así yo veía la cara de G, como a una noche desvanecida en la que después todo era eclipse. Pero ella era fuerte y lo soportó.



Cuando leí El niño proletario de Osvaldo Lamborghini, otra vez pensé en lo que una novela o un film te muestra y que sabes pasó en algún lugar, donde los nombres son intercambiables. En alguna ciudad, un barrio, una calle, a un niño le pasó lo que cuenta OL en su cuento.
En las películas gore se ve gente cercenada, pero no niños. No los ves, porque esa transgresión sale del marco que una construcción fílmica admite: allí se encuentra la médula de algo inconcebible. Es lo que no se dice, lo que no tiene por qué decirse. Mostrar la tortura de un humano, sí, se muestra, mas no la de un niño. El niño proletario es una especie de ópera trágica escrita, cuya música te mata al sentirla a través de la lectura. Sólo te queda sobreponerte y asimilar esa muerte.
No hay exageración. El niño proletario destruye toda convención.

Pero en Saló o los 120 días de Sodoma, película de Pier Paolo Passolini, el horror es frío, destructivo, sin pause, sin salida. Monotonía de la malditez, del desamparo cruelmente desnudo.

Passolini y las obsesiones decantadas hasta los extremos. Lo irrespirable, el Mal.

Luego meses antes que lea Meridiano de sangre de Corman MacCarthy, vi Oldboy de Chan-wook Park. Violencia de la tristeza y la venganza. ¿Te imaginas hasta qué punto la tristeza y el resentimiento pueden ser tan terribles? Ch W P le da a este film la fuerza de un huracán del imagine con sus actores precisos para el drama desarrollado con una maestría de outsider: un hombre secuestrado quince años, la venganza de dos resentidos, dos muchachas al fondo de la historia. Aquí, la mujer es el quid en el fondo del dolor, pero todo es hiperactivo, alucinante. E inolvidable.

Luego llegaría la novela más cruel que he leído en el nuevo siglo: Meridiano de sangre. Toda ella es una epopeya de la maldad y la soledad. Hay una línea brutal que al leerla me ensimismó en una pena como si hubiese visto directamente lo que contaba. La parafraseo: vimos bebés degollados que estaban colgados en las ramas de los árboles.

Bebés.
Bebés.

En la historias de expoliaciones nunca leí algo parecido. Lo que no he visto en un film ni leído, estaba aquí en esta Novela con su far west sangriento. Fue estremecedor. Sigue siéndolo. Una línea dentro de la estructura total de la novela, configurando el revival maligno.

Después llegaría Halloween, el film de Rob Zombie. En el centro está el sanguinario niño que al único ser que ama es a su hermana, una bebé. El niño que en la primigenia versión de John Carpenter es visto como en una difuminación misteriosa, aquí es mostrado en toda su monstruosidad y vulnerabilidad. El niño crece y escapa de su celda. Allí comienza su odisea y su otra ruta de muerte.

La escena puntal en Halloween que vi no era propiamente violenta sino infinitamente desoladora: cuando el niño abriga en sus brazos a su hermana después de haber asesinado a su familia.

Antes de terminar apunto una escena de la que no he leído en ningún sitio, artículo o post. Sombras y niebla, de Woody Allen es considerada una comedia, pero sin duda tiene su flash de horror. Se busca a un asesino, el film discurre en blanco y negro cual homenaje al cine expresionista. Hay una belleza acentuada precisamente en las sombras y la niebla. Muy noir a la vez. Y cuando llega ese grito del hombre que ve aproximarse al que lo va a matar, sientes ese pavor hasta los huesos. No había visto ni en la saga de Viernes 13, en las víctimas de Jason, esa expresión de horror tan genuina. Ni en Psicosis, de Hitchcock cuando aquella mujer grita en la bañera. En Sombras y niebla, el hombre ve a su propia muerte en unos segundos y tiembla.

Finalmente en este recuento signado por lo que la mente registra con el velocímetro afectivo, está el cuento que leí hoy: El ojo Silva, de Roberto Bolaño. Primer cuento de Putas y asesinas. en la que el personaje Ojo Silva es uno de los más conmovedores de la narrativa, uno de esos seres que se introducen en tu vida por el golpe de la lectura. Golpe y abrazo. Porque te encuentras con un hombre más hombre que cualquier otro que apele a su virilidad cual machito machote orgulloso en su falocéntrico universo. El Ojo Silva, héroe violento que mata y protege a niños. La humanidad de un hombre como el que Bolaño delinea en este cuento, te devela una estirpe de héroes marginales, los que asumen en un instante lo que saben es lo único que pueden hacer para no negociar con el crimen: por este personaje que en un momento del cuento se agiganta en medio de sus lágrimas, tuve el impulso para escribir este post.

Necesidad de la escritura, karma y swing.

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