“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"
Bosques y máquinas//
“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean" La rubia que miraba mi diapasón desde su esquina rosada [ mientras el mercenario se comía tu pastel ]
29.7.08 @ 2:21 a. m. ![]() ¿Viste La rosa púrpura del Cairo? si así fue, imaginarás a la rubia que ves aquí, saltar del monitor con una naturalidad idéntica a la del chico con sombrero de safari irrumpiendo en la sala de cine ante Mia Farrow. Felizmente eso pasó tan rápido que no me alteró en lo mínimo, así como estaba embebida de archivos gif y lecturas sobre Nietzsche que era tratado como un filofascista en un artículo con bastante linkeada histórica que me había agriado un poco el ánimo. Pero gracias al salto de la rubia eso desapareció. A mi lado tenía apuntes a mano con grafias esmeradas para entretenerme visualmente, escuchaba el muxtape de postbop y la oleada retronaif me había puesto en un estado de extraño gozo, recordando esas líneas de Amuleto: Si no me volví loca fue porque siempre conservé el humor. La rubia se sentó en mi cama y silabeó los títulos de algunos libros. Se parecía a Nicole Kidman en ese film del cual no recuerdo el título, en el que actúa con Tom Cruisse como su mujer, donde pasan experiencias de un terror enigmático ¿ustedes la identifican?. En fin, la rubia parecía ese personaje elegante y algo insípido. Luego se ocupó de tí: un mercenario se está comiendo el pastel de tu chico. Pero no temas, es sólo abuso, no lo va a matar, a él no. Tampoco a ti, dijo al darse cuenta de mi sobresalto y me guiñó su ojo izquierdo. Ya no se le notaba lo insípido. Ahora lucía bonita. Tú eres real, M y yo somos reales, te creo, dije. Y mordí mi jugoso durazno. La rubia sonrió y comenzó a hojear las páginas de Amuleto. A estas alturas yo sabía que no estaba soñando y que tampoco había enloquecido. Todo lo que estaba sucediendo, traspasaba las barreras de la dimensión desconocida. En mi habitación la escasez de uvas y helados se debía a que debía incrementar mi presupuesto, y aquello no le importaba a la rubia, ni alteraba la dimensión que ocupaba con sus bizarras disquisiciones. Si a ti no te matarían, yo podía respirar sin angustia. Al día siguiente te vería, te abrazaría, revolvería tu ensortijado cabello y me quedaría oliendo unos instantes ese rico aroma tuyo, sin la rubia mirándonos, quien se quedaría eternamente en su esquina mientras todo volvería aparentemente a esa normalidad de plástica rutina que de mil maneras intentamos destrozar día a día. No sé por qué creí en un momento que nunca más la vería, quizás porque vi que su rosada esquina con cuadradritos coloreados era su inamovible hogar. Ella me parecía un ser sedentario, ávido de asombros, mas al fin y al cabo, brutalmente aferrada a su espacio de color. La rubia me miró irónicamente y lentamente dijo: mi nombre es De. Se quedó inconclusa la revelación. ¡Ya no estaba allí!. Sonó la alarma y unos enfermeros entraron a mi habitación con jeringas y un chaleco inmaculado, destinados para mí. a quien, pensé en esa milésima de desconcierto, vendría a rescatar la rubia abandonando su rosada esquina por los siglos de los siglos, llevándome a ti como se lleva a un niño hacia su cuarto de juguetes, su espacio de felicidad, su diapasón, el incesante soundtrack de Del Shannon-Runaway. Lejos, en el nubífero baile de mi sombra, espero. A ti y a la rubia. Espero, mientras musito aquella maravillosa canción. Y sé que en alguna parte, cae una estrella de aire en tu cara. Ilustración tomada de Google. Etiquetas: del shannon, fiedrich nietzsche, la rosa púrpura del cairo, libros, mia farrow, nicole kidman, relatos, tom cruisse ◄ Older & Newer► |