Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



No me digas que adoras a tu familia o sí dímelo
8.8.10 @ 3:42 a. m.

Vi un episodio del Doctor House por segunda vez y lo punteé con los que observo diariamente sin proponérmelo en una casa. Lo digo porque no quiero sentirme como alguien que espía a un colectivo de personas que ríen, discuten apenas,   cruzan y unen sus vidas cada día. Quienes se iluminan al encontrarse en familia. Un over party espontáneo.
En el episodio, el caso va centrado en un muchacho gitano. ¿Recuerdan?, el que al final se despide de uno de los médicos del equipo de House, y sale del Hospital con una hilera de familiares. Es feliz con ellos y por ellos se ceñirá a las tradiciones gitanas. No estudiará una carrera universitaria aunque le apasione las ciencias. Ni siquiera lo siente como un sacrificio. Es un hecho natural, una lealtad incuestionable.
La familia que veo frecuentemente que no es la mía [yo tengo una familia sanguínea pequeñísima] se reúne en las comidas, los fines de semana se reencuentran con otros familiares, tienen un drama sobrellevado cotidianamente: la abuela padece de Alheizmer. A ella no la conozco, porque está en una habitación, acompañada y cuidada por su hijo. Y hay otros detalles nada escabrosos, pero sí alucinantes que hasta hoy me demuestran el fervor de esa familia. La hija es una profesional, que cada día labora y regresa a su hogar tocando todo lo que está cerca con su voz cantarina. Hace tiempo que no veía a alguien tan afectuoso. 

Los novios llegan a estas familias como desenlaces de un vívido enamoramiento, pero son las familias las que enamoran a sus hijos. Pienso que me sorprendo porque no he conocido familias ensimismadas en sus rutinas, sus asombros son espaciados y no importan mucho. Lo que importa es esa férrea unidad familiar que se ha consolidado en sus vidas, en la casa compartida, en los sucesos que los han marcado y formado. Pienso que 
posiblemente no hay muchas familias como la que siento cerca aunque no es mi familia. Mi condición de inquilina me aproxima a ellos por el espacio. No quiero imaginarme algún desencuentro, enterararme de algo que cambiaría la visión que tengo de esta familia. Quizás intento aferrarme a la imagen de una familia que no es precisamente burguesa, sino un arquetipo de lo que va desapareciendo: esos colectivos de calidez , donde existe el futuro como algo inmediato, y luego me interpelo. Porque sé que personas como ellos están detenidos en creencias inamovibles. Eso me aleja de sus armónicas líneas de vida, y al mismo tiempo la paradoja se revela: simplemente les miro con simpatía.
Sensaciones.

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