Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



Ese sabor que no vuelve
13.8.10 @ 5:22 a. m.

Hoy comí un sandwich de chorizo, luego de años. Fue desolador durante unos minutos. El chorizo me recordó a una mujer que me presentaba como "mi hija" ante sus amigos y familiares. Yo era una adolescente muy tímida que enrojecía cada vez que ella alababa mi condición de catequista. Eran días de inocencia, estupidez y de las primeros reconocimientos solares de la ciudad.

Ella tenía más de cincuenta años, ojos verdes y era ligeramente robusta. Al verla cualquiera imaginaba la gran belleza que fue. Desapareció de mi vida cuando tuvo un ataque psicótico, tenía un esposo, dos hijos: uno de 10 años y otro de 26. El sandwich de chorizo me recuerda a una tarde en un parque de diversiones y a ese  regocijo al caminar juntos, ella, su esposo, el pequeño G  y yo. Siempre me pareció que aquel sandwich era el más rico del mundo, su evocación contenía momentos y sensaciones, pero cuando  no la vi más, no comí en años aquel sandwich. Lo atribuía a mi rechazo por la grasa y a mi rotunda preferencia por las ensaladas. Y cuando lo saboreé nuevamente, estaba distraída, en medio de conversaciones. No recordé a W. No recordé sus ojazos furibundos mirándome desde algún punto extraño de su consciencia. Hoy sí, fui capaz de detenerme en los detalles y me di cuenta que ese verano feliz se perdió como otros pierden sus primeras revelaciones. Ella y su demencia se llevaron ese sabor y la sonrisa de su cara conmovida cuando atravesábamos el polvo de los cerros altos en la ciudad y las últimas estaciones de mis trece años.

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