Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



Mientras la casa se caía
22.5.08 @ 12:54 a. m.

Imagen tomada de Google.



Para postbop


Vimos una capa de escarcha sobre el techo de la casa. La vieja casa de chocolate en medio del bosque, conservada en medio de una especie de no-lugar. Lejos de las cataratas artificiales de la ciudad y de los detritus digitales que las pandillas de chicos en motocross acometían por las autopistas.
Esa escarcha parecía el resto de las estrellas que Daniel describía en cuentos de sobremesa. Cuando nos lavábamos los dientes, aún sentíamos que estábamos en otra galaxia, algo aturdidos por los choques eléctricos de los héroes, el sonido del cello, los videos experimentales que repetían el rostro de la sweet girl de Daniel, la casa cayendo al revés en la historia que le hacíamos re-contar con variantes, y que nuestro mago aceptaba como un desafío, sin la mínima señal de fastidio.

De pronto, los objetos de la casa volaron cinemáticamente. La escarcha entró por las rendijas de las puertas y las ventanas. Y todo era sedoso, nubífero, claro. Nadie se asustó. Ya no vivíamos en la época de las hipótesis. Alguien nos explicaría por qué aquella escarcha se desvanecía a medida que empujaba a la casa a caerse al revés, mientras el pan y las frutas flotaban armoniosamente y los vestidos de mamá se quedaban prendidos a los maniquís.
Daniel nos abrazaba. Sónicamente éramos un solo ente humano.
Mamá dijo que a papá le hubiera gustado ver esta escarcha, antes de haberse ido esa mañana a trabajar en los lejanos lagos al sur.


¿De dónde provenía el absurdo de aquella belleza? No lo sabíamos, solamente teníamos la certeza de que nada nos destruiría y que la casa de chocolate volvería a su centro, allá en medio del bosque.


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