“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"
Bosques y máquinas//
“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean" Túneles
21.4.08 @ 2:09 p. m. Viví en un túnel cuando llevaba coletas y un granito enrojecía mi mejilla izquierda. Era tan flaca que entre el viento y mi cuerpo se bamboleaba algo que no sé cómo explicar. Mi extrema delgadez a los trece años inquietaba a mi tía, una señorona adusta, a las monjas, a la vecina Doña Petra y a mi amigo Dani, el pelucón más pelucón del barrio. Las veredas en verano bullían con los carnavales y yo amenazaba desaparecer en mi cuerpo largo e inquieto. Roxanna, la de la cara perfectamente cinematográfica se burlaba amigablemente de mí. La quería porque me recordaba a Patty, y no por sus chistes acerca de la provinciana del salón. La crueldad de Roxanna pasaba por ser otra encantadora faceta de su personalidad. La provinciana y yo vivíamos en túneles. Nos agazapábamos debajo de las escaleras en los recreos, a veces a conversar sobre sus montañas fantásticas, su río cristalino, sus vacas portentosas y sobre The Beatles, su banda favorita.. Sonaba la campana y volvíamos a nuestros túneles. Roxanna me invitaba a jugar después de clases un partido de voley. Yo que había sido un desastre al comienzo del año, me lucí en este deporte que en absoluto me emocionaba. Ivonne, la rubia ojiverde gritaba: ¡cuidado con romperte!. ¡Ja, ja! respondía yo haciendo un generoso mate que provocaba esos aplausos de feria, el jolgorio, los saltitos, el bolondrón. Puaff. Jenny era alta y robusta. Hablaba con aquella dulzura que el quechua marca, cuyo efecto era como si escucharas una melodiosa conversación. Alguna vez me contó acerca de su pasión por John Lennon: No es justo que la tal Yoko lo haya enamorado tanto. ¿Tú crees que si me conociera se enamoraría de mí? preguntaba a bocajarro. - Definitivamente sí, contestaba yo con sinceridad. Jenny era bonita, así como les gusta a los chicos, con su cabellos suavísimos y su rostro de virgencita traviesa. A John no le importaría que hable con acento quechua. Y lo más importante era que Jenny cantaba divinamente. En secreto sus sesiones musicales abordaban canciones como All you need is love, El plebeyo y Yellow Submarine. - Puedo convencer a mi padre para que viajemos a Nueva York. Sea como sea estaría frente a John, lo juro. Sí, Jenny era una fan. Escuchándola, la imaginé saliendo de su túnel. Corriendo en las calles neoyorquinas con la cara encendida de disparatadas ensoñaciones. Jenny. Yo entraba al túnel después de clases o en pleno partido de voley. Pasaba por la capilla, a veces entraba a mirar las estatuas de Jesús y de María, su madre. Me ponía a oler las rosas y los azares. Mi mente funcionaba desde aquellos días con fragancias, imágenes, como si éstos fueron chips destinados a equilibrar de alguna manera el caos. El túnel aparecía menos extraño que una construcción gaudiana. Era oscuro como una noche cerrada donde la música era el intento por resquebrajarlo. Me estrellaba contra sus recovecos y la voz de papá llegaba como un eco lejano. Papá y su obsesión por la buena ortografía, sus consejos acerca de la discreción y el buen decir. O papá bailando Don't let me down en la hora del desayuno, cuando los pájaros aún cantaban. Al amanecer, el buen humor de papá y las tostadas con mermelada de durazno. El túnel crecía inusitadamente y todo lo bonito se extinguía. Ni los ojos de Dani quedaban, tampoco la voz de Jenny. El túnel, su túnel tomaba el tiempo y nos los lanzaba como una tormenta o un film de horror, sin tregua, bólidamente, sin olores, sin papá ni John. Etiquetas: felipe pinglo alva, racismo, relatos, the beatles, túneles ◄ Older & Newer► |