Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



Dedicatorias
27.4.08 @ 4:06 a. m.

Qué asqueroso ese personaje del episodio que hoy re-vi en inspector morse. Un rector, en realidad un canalla, con ese acento tan inglés, y esos gestos de vejete ruin.
El deseo de un animal en celo no es tan peligroso como el de un perverso.
Luego ver a la doctora, la que desentraña los cuerpos muertos, pidiéndole al IM que la acompañe, a caminar, a conversar, para disipar su horror por la muerte de la joven chantajeada.
Ahora no recuerdo el nombre de la forense en Expedientes X. Diferente, extraña, con la mirada fija en algún punto de la autopista en sus días oscuros. Recuerdo a Mulder (sí, era Mulder) el agente que cruzaba los linderos de las muertes, todo en un bagaje visceral con escenas limpiamente filmadas.
He recordado el tiempo de los signos volteados. Las dedicatorias en esos volantes y fanzines, caletas los manifiestos espontáneos, las calles de Lima en asonadas cotidianas y los días feriados conmemorando guerras perdidas, honor a los héroes de la historia oficial. Y la imagen de aquel psiquiatra, amigo de los actores, sonriendo con su copa de vino a una semana de su suicidio. Vidrioso amor de un hombre angustiado con cajetillas de cigarros en sus bolsillos y la foto de Romy Schneider en Lo importante es amar. El triángulo amoroso, la cafeína en el estómago, el insomnio y el asco.
Escribí un poema rojo para ese hombre. Ya sabes, eso no se va a morir, porque no vas dejar que maten el impulso de una tarde de agosto, su ecuanimidad rota.

Luego, las dedicatorias febriles. Como los cantos de las sopranos, como la voz de Meredith Monk: inmanentes.

Yo ya no le dedico a nadie nada. Solamente a los niños. Nadie y todos: va llegando la hora del amor under.

Te persiguen secretamente dulce peregrina, ¿te das cuenta?.
¿Acaso crees que me ufano ante ti en mi ácida canción?
Qué bah, si me quedo contemplando la caída de la noche, la desnudez del día.

¿Sabes? aparecen escritores que viven en la ciudad madre, esa que te vio nacer y que te arrojó su perfume en las nocturnas travesías. Escriben sobre series televisivas, sobre navíos nebulosos y de pronto te das cuenta que tu serie preferida merece un post que realmente sea tu mejor dedicatoria de admiración a John Thaw: inspector morse, un cioran redivivo, transformado. El héroe anónimo.

EQ decía no creer en los héroes. Hace tiempo no converso con EQ. Solamente tengo una idea de su cara porque veo sus dibujos, leo sus posts y estoy lejos de toda esa emoción de pasados días de blogueo. Además sé que en la blogósfera todo es muy frágil. La comunicación se altera o deforma. En otros casos, todo es tan amable, que parece un mundo ideal, una gran panacea.

Somos héroes desconocidos. Te escucho, aquí escindida a ratos, con la compu encendida: mundos y mundo en las bitácoras. Estamos lejos. Ja, todo se llena de silencio cuando es de noche. Jean Toots Thieleman y el saxo. Johnny Carter y Rocamadour. Los flamantes enamorados de las alamedas, los vestidos de las novias, catedral iluminada en un sábado de otoño. Todo lejano, a veces aterciopelado. La fagocitación y el renacimiento. Otra vez underwater, las dedicatorias al final del día, en el umbral del sueño. Me dejo caer. Me mato.

Mañana habrán diferentes choques. Mírame, el bólido tiempo se comió un poema bastante extraño.
Vi a Satie en una cárcel con su saxo en medio de los homicidas, y el polvo de los filmes posmodernos en la inquietud de los yuppies llorosos en una madrugada como la de hoy, mientras el presidente mira a Sharon Stone en Bajos instintos.

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