“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"
Bosques y máquinas//
“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean" De covers y happenings para el gato mayor
9.4.08 @ 12:44 a. m. Mi vida hacia inicios de los 90's era como una sucesión de imágenes vistas por un caleidoscopio. Ustedes podrían decirme cómo fueron las suyas: si vivían en Lima, tal vez nos cruzamos en una esquina o en algún apagón. Si estaban lejos, en el DF en México, en una ciudad de Argentina o en Madrid, la polifacética, posiblemente escuchábamos soundtracks distintos y ni imaginábamos que seríamos blogueros, twitteros compulsivos, cybernautas conspiradores (quién sabe qué más). Yo conspiro con covers en la cabeza. Me enamoro de un cover magistral. Así recuerdo a Ataque 77 cantando Perro callejero, de Alberto Cortéz. A los chicos de 5 Cent deposit interpretando Happy together. Mi propia existencia era el cover de una vida estruendosa. Reinventaba historias trágicas al ras de un patetismo gastado. Me faltaba spleen, aunque la garra ya la tenía. Escribía manifiestos confusos que poco a poco aclaraba en noches musicales con Patti Smith y Eugene Ionesco, y la perplejidad por mis rodillas amorateadas al caer sobre el asfalto en una persecución cinematográfica donde éramos los antecedentes de Matrix reloaded dando paso a una ultracatarsis en las madrugadas. El cover de Fermín emulando al dulce Víctor me enviaba a los extramuros de la ciudad, todo en planos alucinantes, porque el cover era un símbolo. Escribía y hacía covers para conjurar el beso del chico que tocaba en los garages del barrio. Funcionaba, claro que imperfectamente (eso era lo mejor, todo sinuoso, experimental). Con el paso de esos años dorados, me armé de prosódicas demostraciones: fui recia y según mis tiernos detractores, me convertí en un peligro. Yo en sí era un cover encarnado en un cuerpo crujiente. Así que quise distraerme de mí misma y dedicarle a mis enamorados, happenings a modo de aventuras, improvisaciones, volantines en plena pista, lucimientos tititerescos. En honor a un baterista que tenía un mechón castaño claro que le caía sobre un ojo cuando poderosamente tocaba, me convertí en un actriz apreciada por la muchachada. El gato mayor saltaba sobre la tarima, le sacaba brillo a los platillos y seguidamente se abalanzaba sobre mí con un encanto matador. Mi más osado happening fue un cover muy en el fondo y el gato mayor se enamoró de mí como si yo fuera la musa de las musas. Su amor me asustó. Fue un happening incesante, una pegada de covers violentamente hermosos. Esa mezcla feroz hasta hoy me recuerda sus manos largas con muchos vellos refulgiendo bajo el sol cuando me abrazaba y me decía: tú eres mi mejor canción. Etiquetas: covers, happenings, relatos ◄ Older & Newer► |