Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



Parques
15.1.08 @ 10:18 p. m.

Escribí un post en el que los parques están escondidos. Efecto de elipsis: A, J y yo vimos el ocaso en el mirador de un Parque. Yo escribí sintiéndome en uno, entre plantas olorosas y esas flores que se abren de noche y perfuman el aire. Recordé que a papá le gustaba que yo juegue en un parque con la pelota de goma y las pompas de jabón, como ahora a mí me gusta que la niña musa y yo recorramos parques cuidados, donde hay calma en medio del bullicio de los niños.

En un parque de una ciudad lejana, recibí un beso juguetón. Los días de las rabietas existenciales, la hiperciudad de los ritmos cotidianos y la soledad en otro país desaparecían en un parque. Salías del subte con las manos heladas y buscabas un parque, sino para estar allí un rato, para mirarlo desde alguna canción, fuera del campo visual de alguien conocido, con un libro en la mano. William Blake, las manzanas doradas, las eyaculaciones del viejo Charles, la continuidad de los parques en uno que se agigantaba a medida que paseabas lentamente como si el oxígeno que pudiera limpiarte hasta la última partícula del cuerpo estuviera en ese parque. Por aquí no habrá ningún horror aunque sí esté, pensabas. Se trataba de capturar la esencia del parque, o de absorberla sin mayor esfuerzo como en el movimiento de una cascada.

Una de esas cosas tan auténticas ocurrió hace unos días cuando la niña musa corría por el parque y tocaba las flores como si tocara gemas, encajes, cd's, libros. La niña musa me daba una flor y decía: para ti. Ningún flagelo existía en ese instante. La niña musa era la hada en el parque y el smog de la ciudad no podía destruir esa belleza, el parque, nosotras, esa luz. Tú sabes que los sueños son fugaces. Los parques no. Los parques sí reflorecen. Fuimos felices en parques, entre árboles, soplando dientes de león, contemplando rosales en la hierba húmeda. Incluso ahora que grita Homero Simpson en la tevé, la imagen del parque radiante me recuerda a la niña musa, las pompas de jabón, a A en su triciclo en Magdalena una mañana de sol.

Homero está en un parque y vuelve a gritar. Se ve tan gracioso con su panza en medio de las flores y la lluvia cae de pronto mojando todo: la veo salir del televisor arrojando una inmensa flor.



Huelguistas con grandes pancartas ocupan parques de vez en cuando: los parques acogiendo cocinas improvisadas, ollas comunes, niños, hombres y mujeres con sandalias y canastas de panes. Papá con su afecto de viejo maestro, habría mirado con pena el pasto seco por los huelguistas durmiendo en carpas veraniegas. Finalmente me hubiera enviado con leche y más panes para los temporales habitantes de los parques. Asonada circunstancial.

O ver a los chicos refugiándose en los parques para beber, cantando alguna canción de Demente común; electrodance al borde de la madrugada y más cerveza. El parque como espacio de reunión y mil ojales de tiempo en cada conversación. Atiza el parque la imaginación, como en un film o una ópera, una arremetida del viejo John Cage. Te amo mi nena lumínica. Sí, again, el parque, los parques, o la música flotando entre cactus y árboles. Escoge tu flor, escoge tu parque, mientras en algún sitio todo se derrumba.

O los enamorados, los amantes, los amigos, los solitarios, los enloquecidos, todos en los parques, cantando sus melodías a la hora de la plegaria íntima, como apátridas, como tú y yo. ¿Sí?

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