Bosques y máquinas//

“Somewhere Nabokov is smiling, if you know what I mean"



Simone desnuda
26.1.08 @ 11:22 a. m.

Leía en Radar, que Simone de Beauvoir no se enojó cuando Art Shay la fotografió desnuda mientras ella estaba en el baño. No me la imagino pactando con AS posar como si fuera natural para ella hacer acuerdos subrepticios, que luego haría pasar como actos casuales. Por sus libros, su vida, sus gestos, se comprende que aquella foto que ha dado la vuelta al mundo es legítima. ¿O acaso no es su cuerpo el que se ve en la instantánea? Hay una contextura física que lo revela como suyo. Y el movimiento capturado de sus manos, sujetando sus cabellos es de un clasicismo sensual único aunque haya sido visto en films, en la cotidianidad, cuando frente al espejo, después de un baño, una mujer se pone tacones (aunque no los use habitualmente) y ve a su cuerpo entero en desnudez total.


Hay imágenes proyectadas por el filtro de las convenciones, los clichés y las miopías afectivas. Simone de Beauvoir despertaba en mujeres y hombres un respeto que la volvía hasta cierto punto asexuada, como suele ocurrir cuando respetas demasiado a alguien. No te lo imaginas en sus naturales funciones orgánicas. Ah, como en la Biblia, donde se evita hablar de un Jesús apasionado.


Otro punto respecto a la autora de libros que marcaría hitos en los imaginarios intelectuales es su relación con Jean Paul Sartre. Algunos sostienen que a lo largo de su existencia, su calidad de discípula de JPS fue evidente e incontrastable. Ella caminaba al lado de Sartre y él caminaba a su lado. Sus estilos de escribir fueron distintos sin duda. Simone abordaba la condición de la mujer desentrañando su otredad, profundizando en pensamientos, gestos y sinuosidades existenciales. Simone dotó a la mujer de una presencia sustancial en la literatura y logró individualizarla sin exponerla como un ser únicamente contemplado por el hombre. Le dio lo que la mujer siempre ha tenido pálida o intensamente: su esencia propia.


La voz de Simone la distinguió en la movida mundial, en plena época de ebulliciones y transformaciones, ella fue natural y fuerte aún cuando era frágil y así lo confesara en sus Memorias. Se trataba de no estigmatizar su debilidad. Nunca renegó de su condición de mujer y en ese sentido fue esclarecedora, porque confiaba en la mujer como una construcción delicada y potente. Simone era su propia construcción.


Años duros acompañando a Sartre, en una unidad intelectual la enraizaron en un amor con la brillantez de la racionalidady esa plasticidad de los sentimientos que fortalecen una lealtad templada en una vida compartida entre guerras, movimientos políticos e intelectuales: es decir, ella no optó por ningún sacrificio permaneciendo hasta el fin al lado de Sartre. Sucesión de actos y consecuencias de una relación que rebasaba los límites de una unión que se sobrevive a sí misma.


Aquellas cartas entre Nelson Algren y ella, muestran a una Simone fuera de los esquemas concebidos respecto a su personalidad.
¿Se imaginan cuán intensa fue esa relación para que ella pidiera que al ser enterrada, llevara en su dedo anular el anillo que Algren le obsequió?

Si JPS y Simone vivían sin restricciones acerca de lo que sentían, no son conocidos como unos libertinos, porque simplemente estaban muy ocupados intelectualmente para dedicarse a grandes orgías que defintivamente no les atraían como estilo de vida. Se nota que donde se expandían era en sus acercamientos con otros hombres y mujeres. Sin patéticas escenas de celos ambos se enamoraban de otros y no se lo reprochaban. Tampoco pretendían ser la pareja modelo que marcara rumbos paradigmáticos. Se devela que eran respetuosos en esas curvas afectivas, y siendo una pareja que públicamente representaba una demostración de vida a través de sus actos, Simone y Sartre fueron autónomos. Se les veía repartiendo volantes en pleno mayo 68 en París, viajando a Encuentros Internacionales, en los cafés de la ciudad luz, y en sucesivas presentaciones públicas.


Simone para muchos emanaba una aureola de seriedad. El encanto de una sonrisa permanente estaba ausente de su imagen como si se tratara de un rebote infinito. Porque no se perdona a quienes rompen con los esteorotipos que en siglos han prosperado: la coquetería como especial atributo de la mujer, su sello de gracia. Simone sencillamente fue hermosa en una autenticidad vislumbrada sin acartonamientos ni hipocresías.


Quienes posteriormente siguieron las rutas de un feminismo desmembrado en ramificaciones, podrían denostar de sus presuntas limitaciones, basándose en su falta de radicalidad, por ejemplo para ubicarse respecto a los hombres en una perspectiva violenta, sin atenuantes. Simone hablando con Valerie Solanas habría comprendido tal vez, que debía escribir otro libro en una excavación de todo aquello que convierte a la mujer en un boomerang de visceralidad.



Imaginar a una centenaria Simone de Beauvoir conversando con las chicas de Bikini Kill es descabellado si ella está en una vitrina cual santa, o relegada sutilmente a la eterna acompañante de Sartre aunque él ya no viviera, una escritora destacada y nada más. Simone bebería poco y las escucharía, sentiría esos sonidos punks de la Banda con esa distinción suya de mujer que se construyó a sí misma, lejos del glamour de las chicas lindas que no leen más de quince libros en sus vidas.


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Simone desnuda y el tiempo: una fotografía descubre y revela.





Imagen: foto tomada a Simone de Beauvoir por Art Shay.

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